Buscar este blog

“EDITORIAL OMNIA SEP-OCT 2014”

Me abrasa las manos el verano a pinceladas bruto como los de siempre. Este marasmo de dudas navegando entre aguas turbias a unos cuarenta grados de por sí, por el sol reflejado en superficie desde esta estepa castellana de pasto amarillento salpicado de casas bajas enlucidas con el ácido de la cal viva. Escribo así ahora, sentado en la noche más fresca con la luna llena colgada de un cielo despejado en este agosto de secano.

Y pienso que son muchos los cielos que cubren a cada cual y las vidas que alumbra la noche haciendo posible mil y una acciones inconexas. Desde un miedo a la muerte, desde Gaza hasta Pakistán, pasando por Palma, Nigeria o Benidorm. La cola del paro, la risa y el llanto que convergen ilustres bajo un mismo redondo mundo. Me faltan dedos que pulsen la vida a golpe de noticias que entran por los ojos, ¡por cuánto tiempo!

Me sorbo el tiempo cual vino reserva con fecha de caducidad, siempre con la pregunta en la boca de si será ésta la vida que cursan mis piernas, mis manos, mi cabeza o el corazón. Si son pasos al derecho o al revés de lo que debo, si miento a mi alma o el corazón se conforma con alas de alambre. Pero soy feliz, y me basta la duda para saberlo. Mi despensa al arropo y mi cabeza soñando, mis manos escribiendo para esta revista que surge, de nuevo, tras otros dos meses. OMNIA regresa, es septiembre, curso escolar que reabre a la chiquillería las puertas del cielo.

Y así, por azares de este rumbo uno palabras. Así, conocí la siembra de este grupo hace ya tantos años. Así, me debato ahora entre los días que pasan y las almas que vagamos con más o menos suerte. Pequeñas personitas que individualmente significamos tan poco. Nos llega la vida para iluminarnos el camino o nublarnos del todo la mirada; antes incluso de llegar, para algunos, la casilla de salida. Siempre hay alguien mejor y siempre hay alguien más triste. Lugares, penurias… Otras horas que rompen la tela tejida a base de rutinas, constancia y quehaceres continuos. Porque debemos tirar para adelante, ganarnos la vida, comprar un piso, el coche más grande y pagar las facturas.

Mi momento es este, tan efímero como los de siempre. Y éste, mi rincón favorito para escribir lo que hace diez minutos -como sabéis- ni imaginaba. Desahogo vital desde el que os hablo de mi pan y los peces, de mis sueños y derrotas. Porque como bien describe mi buen amigo, confesor literario y excelente escritor, Sergio Coello, os hablo ahora desde “este rincón del sótano de mi vida”. Ese que todos guardamos más o menos a escondidas. Y del que yo abro mi puerta a pinceladas cada editorial como el presente.

Perdonadme, que esto sigue siendo OMNIA, su revista. Este grupo de amigos en torno a la palabra, la poesía, la literatura… Su número 123 se os viene a las manos y estáis sorbiendo el poso de algo que se hace posible. Un fruto cuasi milagroso en este mundo que gira por misterio, que envuelve vidas y momentos más o menos afortunados, que ofrece rayos como éste -cegador o iluminador, depende de quién opine-.

Disfrutadlo con pasión, que en verdad debemos. Degustad el olor del folio blanco impreso con tinta que derrama almas por entre las hojas. Palabras que espero dejen sabor de boca. Desde esta estepa castellana, tierra de bandidos, religiosos, campesinos y fugaces vividores, recibid mi firma. La de siempre y para el futuro…

Raúl Sánchez Plasencia
(Alcalá de Henares, Madrid)

No hay comentarios:

Publicar un comentario